A la entrada de la ciudad, el centro de la calzada aparecía adornado con una larga hilera de flores de alhelí, parecía que le invitaban a emprender un imaginario vuelo hacia el intenso cielo de color lapislázuli, sobrepasando el horizonte de la cordillera coronada de nieve perpetua. Montañas de pura roca que se ocultaban bajo un blanco bordado de flores. Se detuvo unos instantes para aceptar el regalo que le ofrecía su propia mirada, antes de retornar al camino decidido a atravesar el paso antes de la salida del sol…
